La otra cuestión fue la flexibilidad de uso, ya que si bien sólo la iba a habitar el matrimonio, tenía que estar preparada para recibir visitas y alojar ocasionalmente a sus hijos. Por último, era condición que la casa se desarrollara en planta baja.
Los arquitectos asumieron estos requisitos como motores para generar el proyecto. “Nos pareció interesante revertir la condición negativa de la seguridad y transformarla en motor de una búsqueda de soluciones que no desperdiciaran el potencial que ese problema encerraba”, explican. Así, la casa se extiende hasta las medianeras, para que sólo dos frentes resulten vulnerables. Las dos fachadas, de casi 14 metros de largo, se transformaron en elementos esenciales.
Los patios internos aportan luz natural y ventilación cruzada a todos los espacios de uso de la casa de una planta, dividida en 12 módulos espaciales (cuatro de frente y tres de fondo). Estos espacios sin techo se suman a los locales contiguos que otorgan una sensación de mayor amplitud y una atmósfera cambiante por los efectos que produce la luz. “Además, ofrecen un recorte del cielo y del paisaje circundante desde los más variados ángulos de la planta”, explican los autores.
La solución constructiva del plano de cierre de fachada requirió de un estudio detallado: de esto dependía la presentación de esta vivienda. “Debía ser un elemento que permitiera la entrada de luz pero que, a la vez, asegurara la hermeticidad de la casa”, señalan Almeida y Besonías. Por razones estéticas, se apilaron durmientes de quebracho cortados al medio, encolados y enhebrados entre sí. En el resto de la casa el concreto armado, protagonista exclusivo, fue dejado a la vista sin ningún tratamiento superficial.
arq.com
 
 
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